Que el morbo por lo oscuro es un sentimiento muy humano es evidente. ¿Cuántas veces no te has encontrado con un atasco en la carretera que resulta incomprensible, toda vez que el accidente que lo ha motivado ha ocurrido en el sentido contrario? Pero quien más o quien menos echa una mirada fugaz intentando ver algo o, los que provocan la retención, directamente frenan para ver si consiguen verlo todo en detalle. Y si encima hay una ambulancia mejor que mejor. ¡Hasta hay quien saca el móvil para intentar captar imágenes!
Esta fascinación por el sufrimiento ajeno lleva a muchas personas a visitar lugares relacionados con sucesos más o menos dramáticos. Es lo que se ha dado en llamar “turismo oscuro” o “tanatoturismo” – Tánatos era el dios griego de la muerte sin violencia, aunque algunos de los sitios que veremos a continuación fueron escenario de los más tristes y cruentos episodios de la Historia de la humanidad -.
Por cierto, los posados y selfies sonrientes seguramente no sean la mejor muestra del debido respeto que merecen todos estos emplazamientos
EL BOOM DE CHERNÓBIL Y EL MORBO DE LOS LUGARES ABANDONADOS
No creo que los jefazos de la cadena HBO, cuando buscaban una serie con la que cubrir el vacío dejado por la finalización de “Juegos de Tronos”, fueran del todo conscientes del impacto que tendría la finalmente elegida: “Chernóbyl”. No se trata sólo del grado de aceptación que ha tenido – lo cierto es que es realmente buena -, sino del impulso que ha dado a la industria turística ucraniana. Desde su lanzamiento al mercado audiovisual, las visitas a la zona donde desarrollaba su actividad la central nuclear hasta la explosión de su reactor número 4 aquel 26 de abril de 1986 se han disparado. Deambular por las calles abandonadas de Prípiat, sin más protección que un mero contador Geiger está atrayendo a cada vez más personas, ignorando la radiación aún presente.
Aunque el terrible tsunami que provocó el colapso de la Central Nuclear de Fukushima es mucho más reciente (11 de marzo de 2011), el turismo en la zona es anterior al fenómeno causado por la citada serie, aunque sin duda en algo influirá también. Aún se pueden ver las casas destruidas por el ímpetu de las olas, pero la recuperación de la zona es asombrosa y, de hecho, las mediciones periódicas de radiación son inferiores a las que hay, de forma natural, en gran parte de Europa (excepto en el área más próxima a la central nuclear) gracias a los trabajos de descontaminación llevados a cabo.
La radioactividad nada tuvo que ver con el precipitado abandono del Parque de Atracciones Okpo Land en Okpo-dong (Corea del Sur), sino un par de accidentes fatales en sus instalaciones en la década de los 90 del siglo pasado. Tras el segundo de ellos, los dueños huyeron por lo que pudiera pasar, y el recinto se quedó tal cual había estado hasta esa fecha. Sus montañas rusas y otras atracciones cubiertas de vegetación y con el desgaste propio del paso del tiempo atraen a numerosas personas en busca de la foto más escalofriante.
Pero seguramente el lugar abandonado más famoso del mundo desde su descubrimiento a mediados del siglo XVIII sean las ruinas de Pompeya y Herculano, sendas ciudades romanas sepultadas bajo toneladas de cenizas tras una erupción del volcán Vesubio en el año 79 d.C. Los trabajos arqueológicos llevados a cabo han sacado a la luz restos de mansiones, calles y lugares públicos – como el foro, las termas, varios templos, el anfiteatro o incluso el lupanar (prostíbulo) -, dándonos una imagen muy detallada de cómo era la vida en la época. Pero quizás lo que más llama la atención de sus cientos de miles de visitantes, mucho más que los bellísimos mosaicos recuperados, son los cuerpos petrificados que se muestran. Así de morbosos somos, qué le vamos a hacer.
CEMENTERIOS Y MONUMENTOS MORTUORIOS, LA VERSIÓN MÁS LIGHT Y EXTENDIDA DEL TURISMO OSCURO
Los camposantos han acompañado al hombre prácticamente desde el principio de los tiempos, pues la muerte forma parte del ciclo de la vida y, en muchas culturas el enterramiento es la forma elegida para el llamado “descanso eterno”. Lógicamente, las visitas a los cementerios para recordar a los seres queridos es algo habitual. Sin embargo, algunos de ellos atraen a miles de visitantes anónimos, movidos por la belleza de algunas de sus lápidas, o bien por la relevancia de quienes en ellas se encuentran enterrados.
Uno de los más visitados es el Cementerio Père-Lachaise, el más grande de París, y donde están enterrados, entre otras figuras relevantes, el escritor irlandés Oscar Wilde, el autor del famoso cuadro “La libertad guiando al pueblo” Delacroix, o el cantante de The Doors Jim Morrison. Aunque casi tan famosos son los numerosos gatos que habitan en este enorme espacio (ocupa más de 40 hectáreas) que los parisinos consideran casi como un parque.
Si eres un auténtico melómano seguro disfrutas especialmente del Cementerio Central de Viena, donde reposan los restos de Beethoven, Brahms, Salieri, Schubert o Strauss – y, aunque no esté enterrado aquí, Mozart cuenta con su propio monumento -. No te pierdas la bellísima y modernista Iglesia de Steinhof, del arquitecto Otto Wagner.
También en Francia encontramos un espacio peculiar: el Cementerio de mascotas de Asnières-sur-Seine, el primero dedicado a los animales domésticos que se creó en Europa (en 1899), y que alberga los restos del famoso perro hollywoodiense Rin Tin Tin. Está catalogado como “Monumento Histórico”, y cuenta con una portada de estilo art noveau.
Famoso también es el Cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires. Sus panteones y mausoleos son una auténtica obra de arte – casi un centenar de ellos están catalogados como “Monumento Histórico Nacional” -, por lo que no es de extrañar que atraiga a los turistas que visitan la capital argentina. La lista de personajes ilustres aquí enterrados es infinita y abarca todos los ámbitos sociales, incluyendo varios Premio Nobel, aunque sin duda alguna la que más personas atrae es la de Eva María Duarte, Evita.
Que los camposantos no tienen por qué ser lúgubres el Cementerio de Sapantza (Rumanía) es un claro ejemplo, hasta el punto de que es conocido como el “cementerio alegre”, donde encontramos cientos de lápidas decoradas con llamativos colores y epitafios en verso que relatan la vida de sus dueños. La idea surgió de un artista local, Stan Ioan Patras, pero se mantuvo tras su muerte – obviamente, está enterrado allí -. Todo un auténtico canto a la vida.
Lo más destacado del Cementerio de Luarca (Asturias) no son sus blanquísimas lápidas y mausoleos. Tampoco uno de sus ilustres “vecinos”, el Premio Nobel de Medicina Severo Ochoa. Ni siquiera la coqueta ermita que durante años sirvió de faro. Y son tres motivos más que suficientes para visitarlo. Lo más espectacular de esta necrópolis es su ubicación – un promontorio conocido como “la Atalaya” -, que nos brinda unas vistas asombrosas de la costa cantábrica.
Algunos de los lugares más visitados en las ciudades más turísticas de Europa son catacumbas. Tal es el caso de las Catacumbas de París, las numerosas Catacumbas de Roma o el Osario de Sedlec (cerca de Praga).
Quizás haya personas que no sepan que las famosísimas Pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos forman parte de la Necrópolis de Guiza, la mayor del Antiguo Egipto, y son sólo tres de las numerosas tumbas o mastabas en las que fueron enterrados desde miembros de la familia real a funcionarios y sacerdotes que servían a la misma. Junto con la Gran Esfinge y el Conjunto Arqueológico de Menfis, están consideradas “Patrimonio de la Humanidad” por la Unesco, y es la única de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo que ha llegado hasta nuestros días.
También en Egipto, e igualmente relevante, es la necrópolis conocida como el Valle de los Reyes, en Luxor. Es aquí donde, en 1922, el arqueólogo británico Howard Carter descubrió la Momia de Tutankamón, seguramente la más conocida y probablemente la de mayor valor histórico por su estado de conservación.
Hablando de restos de difuntos, uno de los principales atractivos turísticos de Guanajuato (México) es su Museo de las Momias, donde se exhiben 111 cuerpos momificados provenientes del cementerio local, incluyendo la momia más pequeña del mundo. Algunas tienen nombres tan curiosos como “Los Angelitos”, “La Bruja” o “Daniel El Travieso”.
También habrá quien no sepa que otro de los edificios más reconocidos a nivel mundial, el Taj Mahal, es en realidad un monumento funerario erigido por el emperador mogol Shah Jahan en honor de su difunta esposa Mumtaz Mahal – ¡muerta cuando daba luz a su decimocuarta hija! -. Una auténtica loa al amor. Declarado una de las Nueve Siete Maravillas del Mundo Moderno, es tal la cantidad de personas que lo visitan, que recientemente las Autoridades han decidido cobrar extra si estás demasiado tiempo en el recinto.
LOS VESTIGIOS DE LA CRUELDAD HUMANA
No cabe duda que el Holocausto Nazi es uno de los pasajes más tétricos de la Historia Universal, y como tal nos ha dejado numerosos testimonios. El más conocido y visitado (hasta 2 millones de personas en 2018) es el Campo de Concentración de Auschwitz (Polonia), en el que más de un millón de personas – principalmente judíos – fueron asesinadas sin piedad. Cruzar bajo el tristemente famoso letrero de “Arbeit macht frei” (“el trabajo libera”) nos da la “bienvenida” a un inmenso espacio que sobrecoge el espíritu, y que incluye los barracones donde se hacinaban los allí recluidos y las cámaras de gas donde eran asesinados. Desgraciadamente, no fue el único: se estima que hubo más de 25.000.
Y, a pesar del inmenso horror que representa este macabro lugar, hay quien lo banaliza sin quizás ser plenamente consciente de lo que hace. Algo que, con la extensión de las redes sociales, se ha acentuado hasta el punto de que, en su cuenta oficial de Twitter, el Museo Conmemorativo del Campo de Concetración de Auschwitz tuiteó: “Cuando vengas a @AuschwitzMuseum recuerda que estás en el sitio donde más de un millón de personas fueron asesinadas. Respeta su memoria. Hay mejores lugares para aprender a caminar en una barra de equilibrio que el sitio que simboliza la deportación de cientos de miles de personas hacia su muerte”. Y es que, las fotos caminando sobre las vías de tren que llevaban a inocentes hacia una muerte cruel y segura están entre las más subidas a Instagram entre los que visitan el lugar.
Si de crueldad se trata, los jemeres rojos de Camboya no le andan a la zaga a los nazis – los extremos, sean del signo que sean, son igual de peligrosos y dañinos -. Así lo atestigua el Museo de los Crímenes Genocidas Tuol Sleng de Phnom Penh. Se ubica en un antiguo colegio reconvertido en la Prisión S-21 por el régimen que dirigía con mano de hierra Pol Pot, una de las muchas diseminadas por todo el país, y en las que se cree pudieron morir hasta 3 millones de personas tras sufrir todo tipo de torturas. Nada más entrar se encuentran las tumbas de las últimas víctimas allí asesinadas, algo que ocurrió ante la inminente invasión de las tropas vietnamitas. Y ese sólo es el principio de la visita. Imagínate el resto.
Como seguramente sabes, la primera bomba atómica – tenía el inocente nombre de “Little Boy”, “pequeñín” – cayó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945 por orden del Presidente Truman, causando la muerte a unas 166.000 personas – a las que hay que sumar otras 80.000 en Nagasaki, donde días después cayó “Fat Man” -, una cifra similar de heridos, y la posterior rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Una de las pocas estructuras que permaneció en pie pese a los enormes destrozos sufridos fue el Museo Comercial, rebautizado como Memorial de la Paz o Cúpula Genbaku, y que simboliza la esperanza en la paz mundial y el fin de las armas nucleares.
El Bulevar Mese Selimovica de Sarajevo es conocido con el explícito nombre de “Avenida de los Francotiradores”. Durante prácticamente los tres años que duró la Guerra de Bosnia (1992-1995), militares serbios se apostaron en las azoteas de los edificios de la zona y en las montañas cercanas, y disparaban a los habitantes bosnios que se aventuraban a poner un pie en la calle para intentar conseguir alimentos, agua o medicinas. Mataron a 225 personas, 60 de las cuales eran niños, e hirieron a más de un millar. No demasiado lejos se encuentra el “War Hostel”, un establecimiento que recrea para sus huéspedes la dureza de sobrevivir a un duro asedio.
Varias secuencias e imágenes se quedaron cautivas para siempre en nuestras retinas aquel fatídico 11 de septiembre de 2001 en el que Estados Unidos sufrió el mayor atentado de su historia: aviones estrellándose sobre las Torres Gemelas del World Trade Centre y el Pentágono, el fuego ocasionado que devoró las plantas superiores de aquéllas, su posterior desplome ante el estupor de todo el mundo, y las calles de Manhattan cubiertas de polvo y escombros, lo mismo que el rostro de bomberos, policías y ciudadanos de a pie. Estos sucesos se recuerdan en el Memorial Nacional al 11-S, un sencillo espacio en el espacio dejado por los rascacielos caídos.
También en Nueva York, miles de personas visitan cada año Strawberry Fields, una zona de Central Park situada frente al Edificio Dakota donde John Lennon fue asesinado el 8 de diciembre de 1980. Además de un mosaico donado por Nápoles y llamado “Imagine”, hay distintos ejemplares de árboles enviados por parte de gobiernos de distintos países.
LA FASCINACIÓN POR LOS “MALOS” DEL GRUPO
Parece que nos resulta difícil resistirnos a la atracción que despiertan los villanos históricos, y en algunos lugares se saca partido de este hecho.
Parece ser que Bram Stoker pensó en el Castillo de Bran (Rumanía) a la hora de describir el hogar de su famoso Drácula, dado que la fortaleza del personaje que inspiró al célebre vampiro – el príncipe Vlad Draculea “el Empalador” -, el Castillo de Tepes, no estaba en condiciones para recrear nada. Y les faltó tiempo a las Autoridades rumanas para aprovechar el tirón de la novela y, sobre todo, de la posterior película de Francis Ford Coppola. Con chupasangres de por medio o no, este castillo medieval es suficientemente bello de por sí como para visitarlo.
También se hace caja con el que fuera “hogar” provisional de, entre otros muchos personajes, Al Capone: la Prisión de Alcatraz – también conocida como “La Roca” -. La visita incluye las celdas, el refectorio y el patio, entre otras estancias y espacios. Sólo tres personas consiguieron escapar de este temido presidio situado en un islote en plena Bahía de San Francisco, tal y como relata la famosa película protagonizada por Clint Eastwood, “Fuga de Alcatraz”: Frank Morris y los hermanos Anglin.
Que una localidad se haga (tristemente) famosa por algún suceso tremebundo ocurrido en ella puede ser una losa muy difícil de superar. Que les pregunten a los habitantes de Puerto Hurraco, ligada desde hace dos décadas a una masacre que acabó con la vida o causó heridas a un 15% de su población. Pero hay lugares que han sabido sacarle partido a este tipo de sucesos. Así, por ejemplo, lo hace Milwaukee, donde un tour pasea a quienes lo adquieren por las calles donde Jeffrey Dahmer eligió a 7 de sus 17 víctimas, y que recibe el explícito nombre de “Cream City Cannibal Tour” – este asesino en serie recibió el sobrenombre de “el carnicero de Milwaukee” por descuartizar y comerse parte del cuerpo de los difuntos -.
A LA CAZA DEL PERFECTO FANTASMA
Como si de auténticos “cazafantasmas” se tratase, aunque sin el llamativo “ectomóvil” para desplazarse hasta ellos, muchas personas visitan espacios en los que los espíritus son sus principales “vecinos”.
Uno de estos lugares es Aokigahara (Japón), conocido como el “mar de árboles”, pero también como el “bosque de los suicidios”. Situado cerca del famoso Monte Fuji, siempre ha estado ligado con los demonios de la mitología nipona. Quizás por ello sea el lugar preferido por los japoneses que quieren acabar con su vida, dando lugar a todo tipo de leyendas sobre fantasmas.
Aunque si de espíritus se trata, nada como un buen castillo. De hecho, todo castillo que se precie debe contar con al menos uno. Pero hay más sitios donde la presencia de ectoplasmas atrae a los más valientes, sobretodo edificios abandonados, como el Gran Hotel Viena en la localidad argentina de Miramar – otrora un lujoso establecimiento que supuestamente sirvió de refugio a criminales nazis huidos de Alemania tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, y que pasa por ser el de mayor actividad paranormal de toda Latinoamérica -; el Hotel Fairmont Banff Springs en la ciudad canadiense de Banff – en el que se escuchan gritos y aparecen huellas de manos ensangrentadas en los espejos, supuestamente de una familia asesinada en una de sus habitaciones -; el Hospital Psiquiátrico Severalls en Colchester (Reino Unido) – en el que se practicaban todo tipo de experimentos con sus pacientes, no siempre éticamente correctos -; o el Hospital Psiquiátrico Isola Poveglia situado en un islote cerca de Venecia al que, en teoría, está prohibido acceder – los enfermos en él recluidos recibían la visita de los espíritus de los muertos por la peste que fueron allí arrojados en el siglo XV, y que hacen que la mitad del terreno esté compuesto por restos humanos -.
Aquí en España también contamos con numerosos lugares “encantados”, desde las famosas Caras de Bélmez (Jaén) que se aparecen en las paredes de una de sus casas, a los espíritus de mujeres que perdieron sus bebés cuando la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba era una maternidad y que de vez en cuando aterrorizan a los actuales estudiantes.
Pero quizás “la Meca” española de todo amante de lo paranormal sean dos pueblos abandonados: Belchite (Zaragoza) y Ochate (Burgos). En el primero murieron más de 6.000 personas en un cruento combate durante la Guerra Civil, y en sus abandonadas calles se dice que aún se escuchan los sonidos de la batalla – disparos, llantos e incluso aviones -. En el segundo, la viruela, el tifus y el cólera diezmaron su población en tres sucesivas oleadas a finales del siglo XIX – algo que no ocurrió en ninguna de las poblaciones vecinas -, y aquí a los espíritus se han unido los OVNIS con varios avistamientos reportados.
¿A ti te gusta visitar lugares con un pasado truculento? ¿Cuál es el sitio más espeluznante en el que has estado? ¡No esperes a Halloween y cuéntanoslo aquí!
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