La Isla de Lamu y el paraíso de los días largos

Casa en la playa en Lamu

Hablaba Heidegger, el filósofo, de que había en la vida de las personas un tiempo que llamaba propio, un tiempo en el que estas podían reconocerse, ubicarse, en el que podían ser; y un tiempo impropio, apresurado y alienante, en el que ya no cabía reconocimiento alguno. De tiempos impropios ha terminado Occidente sabiendo mucho, a fuerza de perderlo, o mejor dicho, a fuerza de perderlo en el empeño de multiplicarlo en vano. Pareciera que el callejón del tiempo “a la occidental”, ¡clama por una réplica de tiempo auténtico!, un tiempo en el que aún podamos experimentar la bonita sensación de ser.

¿No es este un buen horizonte para el viajero? Aún quedan lugares donde, afortunadamente, la vida sigue transcurriendo al ralentí, donde todo se ha detenido y en donde parece que los días son más largos que en ningún otro sitio. Algo así sucede en la isla de Lamu, tantas veces etiquetada como paradisíaca, y que a pesar de ello ha conseguido librarse del aluvión turista y sus tiempos “impropios”. Días largos para hacernos sentir el tiempo. ¿No merece la pena descubrirla?

Isla de Lamu

Isla de Lamu

Y ubicarla. Hazlo frente a las costas de Kenia, a tan solo 80 kilómetros de la frontera con Somalia, rara vez incluida en los itinerarios más frecuentes de los paquetes y circuitos por este país lleno de safaris y estéticas coloniales con los que el viajero suele querer revivir el sueño de “Memorias de África”. Y puede ser, es posible, pero en la isla de Lamu la cosa va más bien de dejarse invadir por el imaginario y, sobre todo, por el ritmo lento del tiempo de sus playas y las callejuelas de la vieja ciudad de Lamu: un espacio para sincronizarnos con el tiempo africano del descanso y las cristalinas aguas del Índico, en las que aún viven, aunque no lo parezca, culturas tan distintas a la nuestra, como la de los swahili.

Old Town, Lamu

Old Town, Lamu

Así se explica el cambio de ritmo al llegar a esta isla que en realidad es un archipiélago, cuya cultura y cuya vida en la vieja ciudad de Lamu hacen sentir de primera mano que se trata de uno de los asentamientos swahili más antiguos de África. Así que no tengas reparo en descubrir el ambiente de esta ciudad a cámara lenta cuyo trazado irregular te espera a cada paso con callejuelas, senderos, plazoletas, patios y terrazas en los que la vida transcurre en la calle y por las que aún pasa la gente a lomos de simpáticos burros.

Poca broma la de este animal que por derecho propio se ha ganado un papel crucial en la ciudad y que sigue siendo, aún en nuestros días, uno de los métodos de transporte más utilizados por los lamuenses. Y así, a lomos de alguno de ellos, pasan los viajeros y los locales por las pequeñas calles, dejando a ambos lados los mejores ejemplos de la arquitectura local, en la que encontrarás con frecuencia el coral y la madera de mangle. Si tienes ocasión, no dudes en colarte a conocer sus interiores elegantes, normalmente con techos altos y ambientes frescos, en donde descansar del calor. ¿Sabías que esta ciudad, no demasiado célebre, ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco? Algo debe tener…

Dhows en Lamu

Dhows en Lamu

No obstante, si tu idea no es tanto ver y conocer, como cerrar los ojos y sentir, es decir, si Lamu es para ti una promesa de playas prístinas y aguas cristalinas, tampoco te culpamos. El paisaje del descanso es marca de la casa en Lamu, y sus playas… simplemente espléndidas. Al sur de la ciudad, como a unos 2 kilómetros, encontrarás algunas de las mejores que, además, no están demasiado masificadas por los turistas. Se trata de playas de arena muy fina, muy tranquilas y con aguas calmas para descansar y refrescarte. El Índico, desde uno de sus más privilegiados balcones marítimos.

Playa Shela

Playa Shela

¿Te queda tiempo para más? ¿y ganas? Lamu forma parte de un archipiélago entre cuyas islas puedes moverte a bordo de un pequeño y simpático dhow, la embarcación más emblemática de la zona. En las islas vecinas podrás realizar excursiones para conocer pequeñas localidades aún más aisladas e incluso ruinas para vivir el tiempo perdido del continente más salvaje

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