El Archipiélago del Dodecaneso, que recibe este nombre por el número de islas principales que lo conforman (12, en griego “Dódeka”), se extiende a lo largo de la costa suroccidental de Turquía (país del que algunas de estas islas distan apenas unos kilómetros). Son Rodas, Kos, Kálimnos, Kárpatos, Kasos, Kastelorizo, Symi, Tilos, Nísiros, Leros, Patmos y Astipalea. No hace mucho, algunas de estas islas se hicieron famosas por la crisis de los refugiados sirios. Sin embargo, existen muchas razones más agradables para su reconocimiento. Conozcamos un poco más de dos de ellas: Patmos y Astipalea.
De acuerdo con la mitología clásica, Patmos debe su origen nada más y nada menos que al mismísimo Zeus, que fue persuadido por Artemisa (hermana gemela de Apolo y diosa griega de la caza y la virginidad) para que la elevara desde el fondo del mar donde yacía, a instancias de Selene (la diosa lunar).
Sin embargo, lo que convierte en especial a esta isla es que en ella está la cueva en la que San Juan Evangelista escribió los textos del Apocalipsis, que puede ser visitada. Es por ello que Patmos está considerada como una isla sagrada en el cristianismo, y recibe miles de peregrinos cada año.
Esta pequeña (apenas 34 Km2) y montañosa isla, es también una de las más auténticas del Dodecaneso. La tradición llega a todos los rincones de Patmos, incluyendo su gastronomía. Entre los platos locales podemos destacar la Melitzanes Gemistes (berenjena en lonchas con queso e hierbas), el Patmiotiki Tirópita (pastel de queso local) y los Pouggiá (pasta filo rellena con almendras y nueces). En cuanto a vinos, la denominación de origen “Patmos” está resurgiendo en los últimos años.
La capital de la isla, Chora Patmos, se encuentra en lo alto de una colina, en la que destaca la impresionante figura del Monasterio de San Juan Teólogo, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1999. Fundado en el año 1088, esta fortaleza alberga más de 16.000 volúmenes en su biblioteca, destacando 33 páginas del Evangelio de San Marcos, el más antiguo conocido (el resto repartidas entre el British Museum de Londres y los Museos Vaticanos), además de 82 manuscritos del Nuevo Testamento. Las vistas desde el monasterio te dejarán sin aliento. No dejes de disfrutar de las tabernas de sus callejuelas o de la plaza principal.
La otra población importante de la isla es Skala, el puerto de la misma, famoso por sus casas blancas con patios llenos de flores. Y los pueblecitos de Gricos y Cambos también merecen ser visitados.
Entre sus excelentes playas podemos destacar la llamada “Trono de Apolo”, Gricos, Vaggiá, Psili Ammos y Campos. En barca se puede llegar tanto a la playa de Diacoftí y a las de los cercanos islotes de Arki y Agazonisi. Siendo una isla sagrada, la práctica tanto del topless como del nudismo está estrictamente prohibida.
En el año 2009, la prestigiosa revista “Forbes” distinguió a Patmos como el “lugar más idílico en el que vivir en Europa”, por haber sabido preservar su tranquilidad a pesar de la evolución con el paso del tiempo.
Cómo llegar: Sólo es posible llegar por mar, en ferry desde El Pireo, o bien desde Kos (que sí cuenta con aeropuerto con vuelos a Atenas).
A medio camino entre los archipiélagos de las Cícladas y el Dodecaneso surge una isla con forma de mariposa (o una H), que recibe su nombre de una mujer que, según la mitología clásica, fue seducida por Poseidón en la forma de un leopardo marino con cola y alado (¿quién no caería rendido a los pies de semejante visión?).
Con apenas 18 Km. de largo y 13 Km. de ancho (y tan solo 100 metros en el istmo que comunica las dos mitades de la isla), por ella pasaron cretenses, romanos, venecianos, otomanos e italianos. Su más ilustre hijo es quizás el historiador Onesícrito, que acompañó a Alejandro Magno en sus campañas a Asia, escribiendo posteriormente sobre ellas.
Uno de los elementos estrella de la cocina de Astipalea es el azafrán, frecuente en muchos platos, como los Kitrinokouloura (panecillos rellenos de queso Chlori y azafrán). Un guiso tradicional que no debes perderte es la Rantistá (lentejas servidas sobre una masa de cereales y vinagre).
La capital de la isla, Chora Astypalaia, se descuelga desde por una colina hasta el borde del mar, en el puerto pesquero de Pera Gialos (lleno de magníficos restaurantes y tabernas). El punto más alto de esta colina está ocupado por el Kastro, un castillo veneciano en cuyo interior se encuentran las iglesias de San Jorge y de la Anunciación. Los colores al atardecer desde este punto son fantásticos. Además de pasear por sus empinadas y animadas callejuelas, llenas de tabernas y restaurantes, en Chora Astypalaia podemos disfrutar de la Iglesia de Portaitisa y varios molinos de viento (en uno de ellos hay un pequeño museo etnológico).
Otros lugares de interés en Astipalea son las localidades de Livadi (buenos restaurantes y bares, y la playa más preparada en cuanto a servicios), Analipsi (desde donde parten las barcas que te llevan a los cercanos y desiertos islotes de Koutsomyti y Kounoupi, con excelentes playas) y Vaci, el yacimiento arqueológico de Kylindra (el mayor cementerio infantil descubierto en el mundo), la Iglesia de Agia Varvara en Maltezana, y los restos de los baños romanos en Tallaras.
Las playas son numerosas y muchas de ellas, prácticamente vírgenes (deberás llevarte tu propia sombrilla y mucha protección solar). Además, el acceso a gran parte de ellas se realiza a través de pistas de tierras muy empinadas, con lo que un buen coche es imprescindible. Destacan la de Maltezana, Kaminakia, Agios Konstantinos, Vatses, Schoinontas, Tzanakia (nudista), Plaka, Ble Limanaki y Stenó. Desde varias de ellas se tienen magníficas vistas de Chora Astypalaia.
Debido a su posición estratégica, los romanos utilizaron Astipalea como base para combatir a los piratas de la zona. A cambio, la isla gozó de independencia y un tratado de ayuda recíproca.
Cómo llegar: En avión desde Atenas, y en ferry desde El Pireo. Tanto en un caso como en otro, no hay frecuencia diaria y conviene reservar con mucha antelación.
Otras Islas Griegas:
Islas Cícladas: Sérifos y Milos